BANDERA DE KIRESH

BANDERA DE KIRESH
un nuevo mundo

domingo, 1 de mayo de 2016

DIA DEL TRABAJADOR




Una de las reivindicaciones básicas de los trabajadores, era
la jornada de 8 horas. Uno de los objetivos prioritarios era hacer valer la
máxima de: «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas
para la casa». En este contexto se produjeron varios movimientos; en 1829 se
formó un movimiento para solicitar a la legislatura de Nueva York la jornada de
ocho horas. Anteriormente existía una ley que prohibía trabajar más de 18
horas, «salvo caso de necesidad». Si no había tal necesidad, cualquier
funcionario de una compañía de ferrocarril que hubiese obligado a un maquinista
o fogonero a trabajar jornadas de 18 horas diarias debía pagar una multa de 25
dólares.
La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden
de los Caballeros del Trabajo, pero tenía más preponderancia la American
Federation of Labor (Federación Estadounidense del Trabajo), inicialmente
socialista (aunque algunas fuentes señalan su origen anarquista). En su cuarto
congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había resuelto que desde el
1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de
ocho horas, yéndose a la huelga si no se obtenía esta reivindicación y
recomendándose a todas las uniones sindicales que tratasen de hacer leyes en
ese sentido en sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de las
organizaciones, que veían la posibilidad de obtener mayor cantidad de puestos
de trabajo con la jornada de ocho horas, reduciendo el paro.
En 1868, el presidente Andrew Johnson promulgó la llamada
Ley Ingersoll,1 estableciendo la jornada de ocho horas. Al poco tiempo,
diecinueve estados sancionaron leyes con jornadas máximas de ocho y diez horas,
aunque siempre con cláusulas que permitían aumentarlas a entre 14 y 18 horas.
Aun así, debido a la falta de cumplimiento de la Ley Ingersoll, las
organizaciones laborales y sindicales de EE. UU. se movilizaron. La prensa
generalista de Estados Unidos, reaccionaria y alineándose con las tesis
empresariales, calificaba el movimiento como «indignante e irrespetuoso»,
«delirio de lunáticos poco patriotas», y manifestó que era «lo mismo que pedir
que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo».
El 1 de mayo de 1886, 200 000 trabajadores iniciaron la
huelga mientras que otros 200 000 obtenían esa conquista con la simple amenaza
de paro.
En Chicago, donde las condiciones de los trabajadores eran
mucho peor que en otras ciudades del país, las movilizaciones siguieron los
días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria
agrícola McCormik que estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían
descontar a los obreros una cantidad de sus salarios para la construcción de
una iglesia. La producción se mantenía a base de esquiroles. El día 2, la
policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50 000
personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas;
cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies, sonó la sirena de
salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron sobre los
scabs (amarillos) comenzando una pelea campal. Una compañía de policías, sin
aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo 6
muertos y varias decenas de heridos.
El periodista Adolf Fischer, redactor del Arbeiter Zeitung,
corrió a su periódico donde redactó una proclama (que luego se utilizaría como
principal prueba acusatoria en el juicio que le llevó a la horca) imprimiendo
25 000 octavillas. La proclama
decía:

Workers:
the class war has begun. Yesterday, in front of the McCormick factory, the
workers were shot. His blood calls revenge!

Who can
doubt as jackals who govern us are working avid blood? But workers are not a
flock of sheep. Al white terror respond with red terror! It is better to die
than to misery.

If workers
are shot, respond so that the masters remember it for long.

It is the
need that we cry to arms !.

Yesterday,
women and children of the poor mourned their husbands and fathers shot, while
in the palaces of the rich expensive wine glasses filled and drank to the
health of the bandits of order ...

Dry your
tears those who suffer!

Have courage, slaves! Arise !

Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente
a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!

¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan
están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de
carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte
que la miseria.

Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera
que los amos lo recuerden por mucho tiempo.

Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus
maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se
llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del
orden...

¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!

¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el
día siguiente, el cuatro, a las cuatro de la tarde, en la plaza Haymarket. Se
consiguió un permiso del alcalde Harrison para hacer un acto a las 19.30 en el
parque Haymarket. Los hechos que allí sucedieron son conocidos como la Revuelta
de Haymarket.
 Uno de los más
célebres grabados de la revuelta de Haymarket, que muestra, de forma inexacta,
a Fielden dirigiéndose al público al mismo tiempo que estalla el explosivo y
empiezan los disturbios.

Se concentraron en la plaza de Haymarket más de 20 000
personas que fueron reprimidas por 180 policías uniformados. Un artefacto
explosivo estalló entre los policías produciendo un muerto y varios heridos. La
policía abrió fuego contra la multitud matando e hiriendo a un número
desconocido de obreros.
Se declaró el estado de sitio y el toque de queda deteniendo
a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del
asesinato del policía.
Estos hechos represivos fueron apoyados por una campaña de
prensa con citas como:
Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los
anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas,
monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que
el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra
hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos
años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!
La Prensa reclamaba un juicio sumario por parte de la Corte
Suprema, responsabilizando a ocho anarquistas y a todas las figuras prominentes
del movimiento obrero.
El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31
responsables, que luego quedaron en ocho. Las irregularidades en el juicio
fueron muchas, violándose todas las normas procesales en su forma y fondo,
tanto que ha llegado a ser calificado de juicio farsa. Los juzgados fueron
declarados culpables. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a
muerte, los cuales serían ejecutados en la horca. El detalle de las condenas es
el siguiente

Prisión:

Samuel Fielden,
inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, condenado a cadena perpetúa.
Oscar Neebe,
estadounidense, 36 años, vendedor, condenado a 15 años de trabajos forzados.
Michael Schwab,
alemán, 33 años, tipógrafo, condenado a cadena perpetua.

A muerte:

George Engel,
alemán, 50 años, tipógrafo.
Adolf Fischer,
alemán, 30 años, periodista.
Albert Parsons,
estadounidense, 39 años, periodista, esposo de la mexicana Lucy González Parsons
aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con
sus compañeros y fue juzgado igualmente.
August Vincent
Theodore Spies, alemán, 31 años, periodista.
Louis Lingg,
alemán, 22 años, carpintero para no ser ejecutado se suicidó en su propia
celda.


 


 





No hay comentarios:

Publicar un comentario